I
Para la que en su marcha, jamás desaparece,
para la que es siempre su infinito posible
para la que llena con su abierto sonido
inescrutables rutas al balcón de mi ojo,
para la que despliega como bordada falda
su serpiente de luces
al lomo imperativo de las noches,
para la que monta, al amanecer,
su carroza de luz y la derrama
en esa interminable espiral de su espejo,
para ella,
se levanta mi corazón
como un gran viento y canta,
la resonancia del jazmín,
su centro.
Para ella despierto consciencias de horizontes
dándole a cada pájaro el poder de sus vuelos.
Sin palabras,
mi boca toca a la indefinida,
la voy reconociendo,
no tengo que atraparla,
porque, ella, la sin borde,
sabe existir y existe
fuera de toda rueca de pensamiento o hábito.
Para que yo me atreva a sentir sus maneras
es capaz de inventarme las uñas de los pies
y hacer que se comporten de acuerdo a las cigarras
o acaso divertida con lo que no imagino
las trueca,
enredadera que crece entre los riscos
de un país que aún no sé que he fabricado.
Entre las dos no cabe un pretexto de búsqueda
somos esa presencia que se va descubriendo
en creación continua de semilla que sabe
condiciones de árbol y fruto al mismo instante
que a voluntad decide hacerse al verde, dulce,
para estación de dientes e incesantes libélulas
que reajustan los círculos donde la luz conversa
o diluyen las fórmulas a su estación más simple.
Entre nosotras huelgan condiciones de espacios,
se sueña libremente,
enardecidamente,
a otro caudal la vida.
Alina Galliano@
Del libro...Entre el marfil y el aire.
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