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El cerebro derecho en mi ojo izquierdo
sabe la contraposición de los planetas
cuando las ballenas esparcen su canción por los océanos
y la vida es un sutil espacio calibrando mis venas
a otras respiraciones impensadas.
La pupila derecha sin embargo cuando utiliza su cerebro izquierdo
puede atravesar moléculas que vibran entre las hojas de los árboles
o la garganta de los petirrojos cuando la fase de luna es nueva
y la luz es quizás el puro movimiento de las rocas
cuando un colibrí es capaz de confundirlas,
a memoria de dulzuras que la piedra recoge
si una orquídea o un romero consienten
a una transformación de átomos que realineen
sus conocimientos de suavidades
a una expresión de dura exquisitez entre los dedos.
La parte más distante de mi cráneo
juega a nombrar los besos que he dejado con soltura
entre la cabellera de las mujeres que he sabido querer
y las que ahora quiero con apasionamiento
cada vez que regalan a mis huesos intimidades
a pura voluntad de espasmos y a contra vientre.
Mujeres que me dicen en voz baja que me aman
o esas otras que sin amarme me desean
y me retienen con gusto entre sus piernas
volviéndose notas inesperadas con que llamar las lluvias,
mientras roban a los caracoles todas sus resonancias
para ir dejándolas entre el olor de sus orgasmos y los míos.
ALINA GALLIANO@
DEL LIBRO...LOS DÍAS QUE AHORA TENGO.
TRABAJO EN PROCESO.
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